viernes, 8 de enero de 2016

Los Tres Reyes Magos

Hace mucho tiempo…   

Era de noche, ya todos dormían, me pregunté si no se daban cuenta que ésa no era una noche más;  yo estaba seguro de ello, pero apenas era un niño y, por entonces, los niños ni pensábamos en discutir... así que muy a mi pesar, apoyé la cabeza en la almohada, tomé las sábanas con mis manos y tapé por completo mi cara, cerré los ojos lo más fuerte que pude e intenté dormir. Pero, mi ansiedad pudo más que mi cansancio, y eso que había corrido en la plaza y andado en bicicleta, había jugado a la rayuela y pasado largo rato buscando hormigas negras y tréboles de cuatro hojas. Lo cierto es que a pesar de todo eso, detrás de mis párpados cerrados, mis ojos, seguían viendo. La incertidumbre era mi aliada y en mi mente se dibujaban, innumerables figuras, y por sobre todo, ellos: los reyes magos. Me habían contado que si ese año había sido un buen niño y dormía temprano, por la mañana encontraría mi regalo. -Y si no, carboncito-: no se cansaban de decir las señoras del barrio. Ya tenía todo preparado. así que nada podía fallar: al lado de mis zapatos coloqué pasto y agua fresca. Sólo restaba dormir. Traté y traté, juro que traté, pero el sueño no llegó; hasta que una luz hizo que abriera mis ojos (apenas, claro, nadie debía notarlo…) entonces, no resistí más, y en puntas de pié me acerqué hasta la puerta del cuarto, me asomé silencioso. Y los vi: en medio de la noche oscura, por sobre la medianera que separaba mi casa, del pasillo común, justo ahí, entre el titilar de las estrellas y el reflejo de la luna llena (mi corazón latió) iban en fila, con sus bolsas llenas y sus grandes camellos. Quise ser cuidadoso, pero el temor a ser descubierto me hizo correr nuevamente a mi cama, esta vez sin importarme el ruido que mis pasos hicieron sobre la madera vieja del piso; pegué un salto y me tapé.
Quisiera ser más preciso, pero, mis imágenes se ponen borrosas (pasaron tantos años…) 
Ya no podría asegurarlo, creo haber estado despierto, pero quién sabe, tal vez, estuve dormido... tal vez lo que viví fue real, o tal vez, simplemente lo soñé. De cualquier modo, al levantarme, al lado de mis zapatos, una caja enorme me esperaba. Y yo lo sabía: ellos, habían estado ahí.  

Stella Maris Riera – Argentina (1958) 
Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias 

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