Oswaldo Guayasamín - Quito -1919/1999.
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viernes, 27 de noviembre de 2015
La lluvia me lo cuenta: la está llamando
jueves, 26 de noviembre de 2015
Entre enseres y supercherías
Alrededor de cien personas y yo, caminamos por Callao, apuradas. Indiferentes, tropezamos unas con otras, y sin más, seguimos. Entre tanto, un hombre pequeño, cargado de enseres y supercherías, intenta su venta. Enfrentados uno con el otro, por un instante, detenemos nuestro apuro. Nos miramos. En una frase lánguida e inentendible, me ofrece comprarle algo de todo aquello que su vida de ekeko hace que cargue, -es que soy paciente del Borda y...- Dejo de oírlo. Me pregunto: -por qué a mí? Si somos más de cien, por qué a mí? En un instante lo entiendo todo: soy la indicada. Yo lo se y él, en su locura, también lo sabe. Me entrega unos fósforos, y los tomo. Fue un pequeño gesto, nadie lo notó, sólo nosotros, pero con él, mi mañana gris se tiñó de colores, y el pequeño hombrecito realizó su sueño del día.
Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias
miércoles, 18 de noviembre de 2015
Sublimar es Sanar: Cuestión de Decisiones
Sublimar es Sanar: Cuestión de Decisiones: El Limonero Decaído y triste, sin ánimo, ni inspiración, permanecía en un rincón, abandonado. Su entorno más querido lo ignoraba....
De la Serie Pulsión de Vida (si te gustó buscá más en clickeando en la etiqueta)
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Sublimar es Sanar: PULSIÓN - (Trieb)
Sublimar es Sanar: PULSIÓN - (Trieb): Lecturas Psi Pulsión: definida por Sigmund Freud como un proceso dinámico, consiste en un empuje, una carga de energía. Para Fr...
Como se vino la SERIE PULSION DE VIDA no cuesta nada aclarar un poco...
Como se vino la SERIE PULSION DE VIDA no cuesta nada aclarar un poco...
lunes, 16 de noviembre de 2015
Van a tener que irse
Quiero liberar mis mariposas.
Que su vuelo abandone la boca de mi estomago.
Quiero que me dejen. Quiero que mi nudo se desate.
Pero si así no ocurre, con mis dos manos, yo misma, abriré mis entrañas
Y entonces, las tomaré, una a una, de sus alas.
Y van a tener que irse. Porque así lo he decidido.
Hoy, sin falta, he de liberar mis mariposas.
Stella Maris Riera - Argentina (1958)
Oidora y Contadora de Historias
Que su vuelo abandone la boca de mi estomago.
Quiero que me dejen. Quiero que mi nudo se desate.
Pero si así no ocurre, con mis dos manos, yo misma, abriré mis entrañas
Y entonces, las tomaré, una a una, de sus alas.
Y van a tener que irse. Porque así lo he decidido.
Hoy, sin falta, he de liberar mis mariposas.
Stella Maris Riera - Argentina (1958)
Oidora y Contadora de Historias
sábado, 14 de noviembre de 2015
Con migas para el viaje
(...) junto a las palomas recojo algunas migas para el viaje aspiro profundo, y tomo vuelo. Y me voy (...) |
Sentada, con mis piernas estiradas, al sol, sin mucho calor, sin mucho frió. Así disfruto yo. Me gusta ver el verde. Eso me relaja, me deja ir, vacía mi cabeza. Mas descubrí que en esos momentos, debo ser cuidadosa, que siento un escozor a ambos lados de mi espalda. Tal vez cueste creerlo, pero en ese silencio, a solas, siento crecer mis alas. Pero nadie me ve. Me hago transparente. Y junto a las palomas, recojo algunas migas para el viaje, aspiro profundo, y tomo vuelo. Y me voy, vaya a saber dónde, vaya a saber cómo, y hasta cuándo. Veo el mundo desde arriba, veo los seres pequeños, las mediocridades. No quiero volver, me siento liberada. Es extraño... Vaya a saber..
Stella Maris Riera - Argentina (1958)
Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias
jueves, 12 de noviembre de 2015
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Desde que te marchaste
"llorando" Juan Carlos Boveri pintor latinoamericano |
Desde que te marchaste
El amor que te tengo anda como loco.
Busca tu abrazo en mi espacio vacío
Busca tu aroma, busca tu mirada.
El amor que te tengo, deambula, solitario.
Busca tu palabra, busca tu silencio.
Se apoya en los seres que pasan a mi lado.
Al amor que te tengo, ya nada lo complace
Y al decaer no busca. Decide detenerse.
Aferrado de mí, se friega entre mis párpados
Vencido, se hace lágrima. Me hace sentir sereno.
Me persuade y le creo. Respiro mi congoja.
Mas resiste, retorna, desde que te marchaste…
El amor que te tengo, en mi espacio vacío
Deambula solitario porque anda como loco.
(Con mucho dolor, dedicado a mi hija, quien por estos días llora su enorme pena)
Stella Maris Riera. Argentina (1958) Psicoanalista - Contadora de Historias
lunes, 9 de noviembre de 2015
La muerte, incansable
Nicoletta Tomas Caravia www.pinterest.com |
Y al final volvió. Al principio merodeó irónica. Como es su costumbre, disimuló su presencia. Se escondió en las ilusiones, en las risas compartidas. Se ocultó entre las charlas de mate y hasta te permitió planear tu futuro. Y nadie la vio, o tal vez, no quisieron verla. La ignoraron. Durante un tiempo fueron felices; y se los permitió. Pero ella, inexorable, permaneció allí. Camaleónica se pegó a las paredes, fue sábana sudada, paño tibio en la frente, fue morfina, y hasta se confundió con algún rayo de sol. Y envuelta en papel de regalo, cuando menos lo esperaban, pegó su zarpazo y te llevó.
(Tristemente dedicado).
Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias
domingo, 1 de noviembre de 2015
Pecados Cotidianos: 1- La Omnipotencia
De la Serie Las Diferentes formas de devorarnos - Pecados Cotidianos
1- La Omnipotencia - Destino ¿Irreversible?
1- La Omnipotencia - Destino ¿Irreversible?
Pegado a
mi casa, en un campo vecino, crece una planta. Solitaria y majestuosa, su flor,
entre roja y fucsia, se abre, enorme, de cara a la mañana. Orgullosa, muestra
los que parecen pequeños dientes. Por las noches, se recoge sobre sí y se
cierra hasta el alba siguiente. Las voces populares convinieron en llamarla
“carnívora”, porque cuando algún insecto merodea su territorio, ella, en un
abrir y cerrar de cáliz, se lo devora.
Uno de
esos días, en que cansado del trabajo, decidí tomarme mis quince minutos de
ocio, me senté en la reposera (ésa, la que siempre dejo junto a la ventana).
Cerré mis ojos, dejé que el sol calentara mi piel y me relajé, cuando de
pronto, un sonido extraño, interrumpió mi descanso. Grande fue mi turbación al
ver a Penacho, mi perro ovejero, acercarse a la planta y aspirar su aroma. Lo
llamé con voz firme y vigorosa, pero él, soberbio e irreverente, desobedeció.
Se sentía fuerte, seguro de sí, casi te diría omnipotente. Ella movía sus
pétalos, suavemente, como una mariposa dispuesta a marcharse vaya a saber dónde.
Penacho, insistía en su juego: corría hasta ella, se alejaba, se agachaba,
movía su cola, se acercaba nuevamente, hasta que en un instante, abrió su
boca y se la comió. Yo me quedé helado. La planta había quedado trunca, su
tallo mocho, sus hojas caídas. Su belleza, humillada. Penacho,
aparentemente satisfecho, se echó. Habían pasado unos cuantos minutos y mi
tiempo de relax se terminaba, así que decidí no darle importancia, volver a mi
despacho y continuar con las tareas habituales. Me disponía a ello, cuando
percibí un movimiento. Inmediatamente me di vuelta y vi como Penacho,
sobresaltado, se retorcía por el piso, girando sobre sí (lomo panza - panza
lomo) en un aullido casi ahogado, mezcla de escozor y sufrimiento. Atónito,
corrí a su lado. Quise ayudarlo, no sabía cómo. Mi perro persistía en ese
movimiento raro, casi te diría, irracional. Sus patas traseras, se estiraron,
su cuerpo, se contrajo, su cola, se bajó. Todo él fue pura costilla. Su boca se
abrió y dejó salir una especie de aullido. Ya sin aire, exhausto, apoyó su
cabeza y se rindió. Me desesperé. Corrí hacia él. Lo levanté en mis brazos,
volví a apoyarlo, intenté darle aire, traerlo nuevamente. Presioné con fuerza
su pecho, o mejor dicho, lo que quedaba de ése, que había sido un cuerpo fuerte
y robusto, pero no hubo cambios, el único que se produjo, ocurrió en mí. Sentí
que mis manos me dolían, cómo mis brazos ya no lograban sostener el ritmo. Con
él vencido, yo también me rendí. Estaba conmocionado, me sentía culpable por no
haber logrado hacer nada por él. Intenté sobreponerme y pensar. Intenté
comprender qué era lo que había sucedido. Intenté que una idea lógica pusiera
explicación y alivio a mi dolor. Pero eso no ocurrió. La sangre de mi
perro salía de su boca, y ahora, derramada, ascendía en una suerte de nube
rojiza. Lo cubría y me cubría. Cobraba forma y planeaba probablemente en busca
de destino. Seguramente te resultará increíble lo que voy a contarte. Si yo no
hubiera estado ahí, también me lo habría parecido. Penacho, a mi lado, permanecía
inerte. Me agaché y pasé mi mano por su lomo, ahora flaco, enjuto. Mis lágrimas
mojaron su pelo y ante mi propio dolor, me avergoncé. Me levanté. Giré para ir
en busca de una pala (debía enterrar a mi perro) y al hacerlo, nuevamente, vi
la nube roja que creía ya desaparecida. Sólo que ahora había detenido su vuelo
y se encontraba posada sobre el tallo de la planta del campo vecino; el mismo
tallo, que minutos antes, había quedado mocho por la mordida de Penacho. En una
metamorfosis irreal y absurda, comenzaron a aparecer pétalos, pistilos y
pequeños dientes. La nueva antigua flor se aferró firmemente del tallo, abrió
su cáliz, y de cara a la mañana, solitaria y majestuosa, permaneció a la
espera de algún insecto, como siempre, para devorarlo.
Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias
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