jueves, 30 de julio de 2015

El Cola-Chorizo



Abuela me contás un Cuento
"El Cola-Chorizo"


Hoy voy a contarte una larrrrrrrrrga historia, podés leerla solo o mejor, la compartís con un niño. Va muy especialmente dedicada para Pedro, mi más reciente creador de mi club de fans Emoticono wink
Dice así:
Hace ya unos años (no recuerdo cuantos, pero seguro más de 6) a casa llegaba un gato negro, goooooooooooordo, enojón y salvaje, o tal vez, sólo fuera callejero. Tenía la cara ancha, el pelo corto, negro y sucio, una cola partida en dos, cuya última parte pendía apenas de un hilo y como si eso fuera poco, ese hilo, estaba infectado (bah... enfermito, vio?)
El gordo venía todos los días. Al principio sólo se quedaba en la terraza, merodeaba observando todos nuestros movimientos. Poco a poco se fue animando, un día miró escaleras abajo, otro día bajó unos escalones, y finalmente llegó al patio donde nos encontramos "frente a frente".
En esa época en casa si no me equivoco, sólo vivía Kity, pero con ella alcanzaba para que cada vez que aparecía algún gato, surgiera una peleíta entre ellos, seguramente disputándose este lugar, es decir, su casita.
La cuestión fue que él me miraba… o tal vez, “habré sido yo la que lo miraba a él?” y entre mirada y mirada nos fuimos acercando. Fue entonces cuando descubrí su cola partida y lastimada; muy lastimada. Despacito, sin hacer muchos movimientos para no espantarlo fui a buscar un talco (de esos que los llaman cicatrizantes… -“abuela contale que es…”-). Me acerqué lentamente. Sin que lo note, desde lo alto, le tiré el talco sobre su lastimadura. El gordo, asustado, salió corriendo. Pero sin embargo, al otro día, volvió. Nuevamente me acerqué, le dejé comida, y mientras comía, volví a echarle talco sobre su herida. Y aunque estoy segurísima que supo que yo no quería lastimarlo, volvió a escarparse. Así sucedió durante varios días, te diría semanas. Sé que sus idas y vueltas eran para él algo natural, como en todos los de su “tribu” Pero yo, me lo había tomado muy personal…¡Ya lo quería! Y lo peor, me había hecho a la idea que él también me quería a mí. Es que sabés, ahora, cuando venía, no salía corriendo, me dejaba acariciarle ese pelo “sucio y pajoso” que tenía y que no se si por efecto de mi amor hacia él, yo comencé a verlo lindo y a sentirlo suave. Nos habíamos hecho amigos.
Un día de tantos de los que acostumbraba a venir, noté con mucha alegría que su cola ya no estaba lastimada; el talco había causado el efecto esperado y se había curado. Poco a poco ese hilo enfermo se había ido secando, y el pedacito de cola que quedaba colgando se secó también. Así que en un momento que pude acercarme más que otras veces, descubrí que ahora, además de ser gordo, tenía por cola un choricito corto que movía a un ritmo intenso como si hubiera dejado de ser gato para ser un perro con dos colas En fin… esta historia se está poniendo larga no? Será que es la manera que tengo de recordarlo y no quiero dejar de escribir sobre él, para sentir que lo tengo conmigo, un ratito más.
Bueno, sigo… un día me levanté y no vino… al otro día, tampoco, ni al otro, ni al siguiente, ni nunca más. Me puse triste. Pensé que le había pasado algo malo. Y lo extrañaba. Todas las mañanas me levantaba, y me sentaba como ahora a tomar unos mates junto a la ventana, y lo esperaba. Hasta que un día, dejé de esperar.
Sin embargo, cuando creía que ya no lo vería más… lo reencontré. Muy orondo caminaba por el jardín de una casa hermosa que había sobre la avenida. Yo lo vi. Lo miré y estoy segura que él también me miró. Ni te imaginás qué alegría enorme sentí cuando supe que vivía ahí. Entonces comprendí que sus llegadas a casa simplemente habían sido paseos; aunque yo prefiero creer que vino a mí esperando a que lo curara.
Nunca pude sacarle una foto así que a ElGordoChoricito voy a intentar mostrártelo con un dibujo realizado por mí misma, claro.
De más está decir que esta historia continuará… 



Stella Maris Riera,  Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias  Emoticono smile

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