Seguí leyendo sobre este tema en http://sublimaressanar.blogspot.com.ar/2015/06/mi-hijo-no-hace-caso-descontrol-de.html |
Un niño hace un síntoma, y en líneas generales es en la escuela,
donde ese síntoma se despliega primero. La familia comienza a recibir notas, y
se les cuenta acerca de los reiterados llamados de atención. Entonces en el
hogar se comienzan a poner en marcha diferentes recursos para que el
comportamiento del niño mejore, hablan de responsabilidades, utilizan premios,
castigos, se sienten tristes, se enojan. Se ponen felices con cada logro, se
frustran con cada equivocación. Finalmente desde la escuela llega la
sugerencia para la consulta psicológica. La familia, presionada por las
autoridades, de acuerdo o no con ello, me visita.
¿Será ésta una consulta deseada? ¿O simplemente estarán
complaciendo el requerimiento de la Institución?
Escucho a esos papás, y luego al niño. Me tomo el tiempo que
considero prudente para conocerlos y para que ellos, también me conozcan.
El tiempo que a mi criterio sea
prudente y necesario para hacer de esa consulta obligada, una demanda deseada.
Comienza un trabajo que para mí será familiar. Y será únicamente
de este modo que aceptaré trabajar con el niño, porque entiendo que de nada
sirve una o dos horas de terapia semanal o la píldora mágica que lo calme, si
al cerrarse la puerta del consultorio el niño vuelve a un ambiente caótico.
Si pretendemos un niño atravesado
por el orden y la ley, esa ley deberá primero, atravesar a sus padres.
El hábito, la rutina diaria, sin sorpresas ni sobresaltos, harán
que el niño alcance su propio orden interno; que logre sentirse confiado y
seguro. No habrá esperas fallidas que generen incertidumbre o frustración; o
ansiedad, descontrol, miedo, o enojo. En síntesis, dejará de haber esas
diferentes formas de sufrimiento que hacen llegar a los padres a la consulta.
Entiendo, que somos nosotros, los
profesionales de la salud, quienes debemos darnos y darles tiempo. Un tiempo
suficiente para transitar el camino, el andar, pero también la espera. Hacer
nuestro trabajo de manera concienzuda. Sin prisa pero sin pausa.
Los niños requieren de nuestra mirada. Y al decir mirada, no
digo intromisión, digo, simplemente, mirada. La vieja “observación del médico
de cabecera” que parece haber quedado sepultada en el olvido, entre las
telarañas de los libros viejos.
Digo: ocupémonos del niño pero también
de su familia.
Miremos viendo un poquito más allá y por qué no, mas acá. Veamos
sus costumbres, sus miedos, sus reacciones, sus ansiedades. Preguntemos, seamos
entrometidos. Tenemos que conocer cómo viven. De qué espacio disponen, cómo se
alimentan, cómo y con quién duermen. Cómo juegan, si lo hacen o no. Si sus
juegos son activos o pasivos, si son reglados, si necesitan del desplazamiento,
o si permanecen quietos. Si conversan, si pueden escuchar. Si dibujan, si
pueden mancharse y disfrutan con ello. Si modelan utilizando elementos blandos,
si son creativos, estructurados, plásticos, rígidos o flexibles.
Ésta es sólo una lista de las tantas cosas que intento ver en
los niños a la hora de pensar qué les está pasando. Si le está pasando “a él” o
“sólo es él quien hace el síntoma en la familia.”
Tal vez este niño revoltoso o inquieto, este niño que no
consigue prestar atención, o no logra resolver problemas, o comprender textos…
Tal vez este niño con regulares en la columna de conducta en el boletín, o el
insuficiente en las pruebas, sólo es un niño vulnerable.
No puedo generalizar ni asegurarlo. Pero digo, sólo tal vez,
este niño es el que puede expresar el conflicto familiar, latente o manifiesto,
del que nadie más sabe, puede, o quiere hablar.
Stella Maris Riera - Psicoanalista - UBA
SI no trabajamos con la familia, no podemos ayudar.No hay mafia, solo trabajo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, imagino que quisiste escribir magia. Y coincido, sólo es trabajo en red.
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