La clínica con niños tiene una
peculiaridad: no es el niño sino los padres quienes solicitan la consulta. Por
eso, la transferencia con los padres, es indispensable.
El analista tendrá que tomarse tiempo. Un
tiempo que no es el de él, sino de los papás y del niño. A medida que las
entrevistas se vayan sucediendo, se irá construyendo el vínculo. En ese vínculo
surgirá el sujeto, y con él, también surgirá la demanda, para tratarlo, a la
espera de aliviar su sufrimiento.
Las fantasías inconcientes de los padres, tienen
efecto sobre los hijos, y si tenemos suerte, tal vez,
podamos oírlo en su discurso, verlo en su juego o inferirlo en sus
dibujos.
Así por ejemplo, y sin pretender caer en
falsas generalizaciones, las zonas sombreadas y el lugar donde éstas se ubican,
son tenidas en cuenta a la hora de ver los conflictos; así como una boca grande
y dentada descubre, aún, lo más escondido. Por supuesto vale aclarar que si
bien los niños se manifiestan en sus dibujos, éstos se complementan con el
resto de sus diferentes expresiones. Ninguno de estos ítems tienen valor
aisladamente, la vida no es causa y efecto, y nada es analizado como los viejos
jeroglíficos de la antigüedad. Estos datos son a modo de ejemplo, para contarles
acerca de todo aquello, de lo que el niño, aún sin quererlo, puede expresar.
El inconciente persiste e insiste, y de alguna forma
encuentra el modo de manifestarse.
Los niños, lo hacen como pueden: a veces
es a través de la palabra, pero cuando esto no sucede, es en un sueño o un
síntoma, o como vemos, en un dibujo donde el inconciente encuentra una vía
regia para saltar la barrera de la represión y salir al exterior.
Los niños, además de niños, son sujetos. Tienen mucho
para decir, sólo necesitamos animarnos a escucharlos.
En esa escucha algunas veces, nos
encontraremos con un conflicto que será individual; otras veces, el síntoma del
niño será sólo un emergente de un conflicto familiar. Entonces tendremos que
comenzar a usar el plural y si tenemos suerte, esta familia dejará de nombrar
al niño como “el enfermo” para admitir: “algo nos está pasando”.
Como siempre, y para todos los casos, LA
RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES, ES UNO DE LOS PILARES PARA LA SALUD MENTAL DE
LOS HIJOS.
Stella Maris Riera – Psicoanalista – UBA
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