Muchas veces he
escuchado en mi consultorio a algún adulto consultando sobre cómo hablar de la
muerte con los niños. Si se debe decir o no la verdad, cómo decirla, y si
conviene que asistan o no al funeral de la persona ausente.
La verdad es que
no existen recetas universales, tampoco mágicas, no hay una mejor que otra, una que alivie mejor el dolor o que dé mayor
tranquilidad o de una manera mas efectiva. Lo cierto es que
la respuesta será encontrada en el grupo familiar teniendo en cuenta la
singularidad del niño, y las creencias de la propia familia.
Sin embargo
existen generalidades que por supuesto con algunas variantes podrán ser
aplicables a la mayoría de los casos como por ejemplo, la duración del duelo en el niño. Éste va a variar y va a depender mucho del apoyo que
reciba. Así como también el modo en que el niño haya aprendido a
resolver los cambios que se le fueron presentando a lo largo de su vida; o simplemente al tener que hacer una elección donde de algún modo para ganar algo
debió abandonar alguna otra cosa.
Resolver el duelo
en los niños (al igual que en los adultos) es muy importante.
Con respecto a si
el niño debe o no asistir al funeral, como decía, no existen reglas
universales. Especialmente porque todo dependerá de la singularidad de cada
niño y de sus expectativas. De todos modos no olvidemos que los rituales
forman una parte importante en este proceso, porque de alguna forma ayudan a la
elaboración y al trabajo de duelo.
Desde mi punto de
vista considero apropiado que el niño asista a la ceremonia siempre y cuando él así lo desee. No nos olvidemos
que evadir la verdad aumenta la fantasía y puede adquirir proporciones
gigantescas o con un tinte terrorífico, especialmente en los niños.
El trabajo de
duelo en los niños es similar al de los adultos, sobre todo cuando el niño
entiende de qué se trata la muerte, y con ello, su irreversibilidad. En
relación a este punto cada familia sabrá cual es la explicación mas apropiada
para dar y teniendo en cuenta sus creencias determinará cómo y cuánto desea
decir.
Al igual que en
las personas mayores el trabajo de duelo en los niños irá pasando por diferentes instancias.
La primera es de
shock, de protesta, de llanto. Es una etapa de negación. El niño llora y no
acepta que la persona que ha muerto no va a regresar. Esto es así aun cuando el
niño sepa de la irreversibilidad de la muerte.
La segunda es en
la que se comienza a sentir la desesperanza, comprende que la persona fallecida
no va a volver por lo que habrá que ser en este momento muy contenedor con el
niño, y permitir que se exprese, cada vez que él lo considere necesario.
Tengamos en cuenta que el que no hable no va a aliviar su dolor por el
contrario sólo poder expresarse irá permitiéndole desinvestir de afecto ese
objeto de amor, ahora perdido.
La tercera
instancia, de aceptación, el niño empieza a tomar distancia, a soltar el lazo y comience a interesarse por
los otros que lo rodean.
A la hora de responder las preguntas de un niño, tengamos en
cuenta que la verdad siempre es menos dolorosa que la mentira, y además, mucho más eficaz.
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Stella Maris Riera -
Psicoanalista - Universidad de Bs. As.
Atención del Niño y su
Familia
Atención individual del Adolescente y del Adulto
Dirección de correo electrónico: lic.smriera@yahoo.com.ar
Atención individual del Adolescente y del Adulto
Dirección de correo electrónico: lic.smriera@yahoo.com.ar
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