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Inmutable,
permanece allí, paciente, en una callada espera. Espera su momento, ése, el
mismo que no deseamos sea el nuestro: el del –por qué a mí- el del –hasta siempre-
el del –nunca te olvidaré- La imagino gozosa, obediente a su hambruna, abriendo
su boca, tragándonos. Ella no pide permiso (no es necesario) ella devora.
Primero irá por el cuerpo, pero no le alcanzará e insatisfecha, también vendrá
por nosotros, y se llevará ilusiones y esperanzas, paseos por la plaza, tardes
de mate, mediodías de domingo y asado al sol. Un grito se ahogará en llanto:
ella se deleitará con su música. Y cuando esté a punto de cerrar su boca, en un
eructo gozoso, repulsivo, nos escupirá, y con él, nos expulsará. –Por un
tiempo-, dirá –tan sólo por un tiempo-. Dadivosa, regalará un trozo más de
vida. No tiene apuro, ella puede esperar, siempre espera. Puede darnos la
chance de no morir con él, no esta vez, total… sabe que tarde o temprano
volveremos. Ella, paciente, permanecerá allí (hasta el próximo encuentro)
cuando en silencio, vuelva a abrir su boca, y obediente a su hambruna, esta vez,
implacable, nos trague.
Stella Maris Riera - Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias