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Me desperté agitada. Por un instante permanecí en la misma posición que estaba, luego, me incorporé. Sentada en la cama dejé que mi rostro reposara en la meseta tibia y contenedora que formaban las palmas de mis manos y lloré. Los surcos de mi cara fueron cauces de ríos. El sueño rondaba en mi memoria: las imágenes eran nítidas, la frase, perversa. Se repetía una y otra vez; la escuchaba, no quería hacerlo. Froté mis ojos, los abrí, vi el nuevo día que prometía arder sobre la arena y ansioso, ya lo hacía sobre el cemento del edificio. La frase retornaba, yo no quería oírla. Me acosté nuevamente, arrollándome, bajo la colcha naranja. Recordé cuando niña me asustaba y presurosa corría a los brazos de la tía, su abrazo me calmaba (hoy no tengo sus brazos). En su lugar, mi colcha me cobija, debajo de ella escondo mis miedos más profundos, y aunque me hago pequeñita y pretendo esconderme ¿cómo huir de mí misma? La frase sigue ahí, resuena en mi cabeza, duele en mi corazón. Debo olvidarla, y en voz alta no decirla ni a mí misma -porque si los contás nena, los sueños se cumplen- decía la tía (y yo no quiero eso). Voy a levantarme, voy a sacudirme la resaca de no haberme embriagado. Voy a irme a la vida. Después de todo, hoy es mi quinto día de vacación y el sol promete arder pleno sobre la arena.
Stella Maris Riera - Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias
Los sueños sueños son... (nada más lejos de la realidad: si lo sabremos los del mundo psi)
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