lunes, 28 de diciembre de 2015

Sublimar es Sanar: Siempre se trata de morir.

Sublimar es Sanar: Siempre se trata de morir.: Anubis Agonizar, fallecer, perecer, expirar, fenecer, espichar, crepar, palmar, acabar.   Pasar a mejor vida. Estirar la pata. Sa...



Serie Pulsión de Muerte. Esperando sea la última del año. ...

domingo, 27 de diciembre de 2015

Siempre se trata de morir.

Anubis


Agonizar, fallecer, perecer, expirar, fenecer, espichar, crepar, palmar, acabar.  
Pasar a mejor vida. Estirar la pata. Salir de gira. Partir. 
Caer, terminar, extinguir. sucumbir, finalizar. O simplemente, morir.

Stella Maris Riera, Argentina (1958) Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias


sábado, 19 de diciembre de 2015

La vida, ese pequeño espacio entre dos largas muertes




El amor salva nuestra vida y una buena vida justifica nuestra muerte.
Por eso, vivamos hoy, hagamos de cuenta que este es nuestro último día.
Caminemos despacio, bebámonos el sol.
Riámonos con la boca bien abierta. Abracémonos fuerte y seguido.
Hagamos de la charla intrascendente nuestro mejor momento.
Y mientras tanto, seamos generosos, responsables y éticos. Querámonos más.

Pero por sobre todo, respetemos al otro, porque si lo hacemos, nos estaremos respetando a nosotros mismos, y cuando menos nos hayamos dado cuenta, seremos inmensamente felices. 

Stella Maris Riera Argentina (1958) Psicoanalista, Oidora y Contadora de Historias

jueves, 17 de diciembre de 2015

viernes, 11 de diciembre de 2015

Ser con la Eternidad




Quiere elevarse. Quiere que su hijo venga rápido a su encuentro. Quiere que tome su mano y le señale el camino. Mas de un modo paradójico se aferra fuerte a los caños de su cama… ¡quiere quedarse? Finalmente deja que su aliento desvanezca, cierra sus ojos y duerme. Quiere que ya no la invadan, quiere descansar. Quiere dejar de sufrir. Quiere, de una vez y para siempre, sonreír, sentarse a su lado (seguro habrá alguna sillita de paja y alguien habrá puesto el agua para el mate). No soporta su ausencia. Quiere verlo. Quiere volver a festejar sus chistes. Quiere confiar y segura seguirlo donde él la lleve. Quiere encontrarse nuevamente con la risa franca de su hermana, con los brazos aún ardientes de su esposo,  con los siempre niños, sus nietos. Quiere elevarse y al hacerlo, ser ella misma la eternidad. 

Tristemente dedicado a mi viejita... 
Stella 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Sublimar es Sanar: MIS NOTAS (Al menos, así lo veo yo)

Sublimar es Sanar: MIS NOTAS (Al menos, así lo veo yo):



MIS NOTAS Así lo veo yo...

Porque a mi parecer la realidad no existe, apenas si se construye, por eso, yo soy mi realidad. En alguna parte de mi ser, la literatura y el psicoanálisis se combinan, y hacen para mí, un mundo que resulta casi mágico.

Mis historias, algunas irreales, otras no tanto, me dejan creer que todo lo que sueño puede ser real, y que lo real puede ser mi sueño.

Es mi deseo compartirlo con ustedes y que disfruten al leerlas, del mismo modo que yo disfruté al escribirlas.

Stella (LaLic)

Vida Cotidiana "El Mundo Al Revés"



La última vez que anduve por Palermo llovía a cántaros, yo que detesto llevar paraguas (perdón por el vocabulario pero para estas cosas me gusta ser académica) me cagué mojando... eso si, a mi lado caminaba una señora muy elegante con su pequeño perrito cinco estrellas con piloto, gorrito y como si fuera poco, botitas de lluvia. 
Wuauuuuuuuuuuuuuu (dije yo, y no el perro) pero que chiccccccccccccc !!! 
Me parece a mí o el mundo se volvio loco???!!!




martes, 8 de diciembre de 2015

Me preguntaba si habrá sido un ángel...

La Tía Angelita
(el ángel de la guarda existe)



Por aquellos tiempos me preguntaba si era un ángel.
Era un ser luminoso, con forma de mujer, sus palabras eran dulces, su mirada, diáfana, su abrazo… su abrazo era indescriptible.
Parece que su trabajo en este mundo, y a mi lado, fue exitoso, porque terminó muy rápido.
Y como así son los ángeles, como vino, se fue.
Vaya a saber uno, a quién hoy cobija, qué oídos la escuchan, que ojos la ven…
Vaya a saber a quién mece, quién ríe con ella, a quién le canta.
Vaya a saber quién la está amando como yo lo hice, como yo la amo, y la amaré.

Por estos tiempos, dejé de preguntarme si habrá sido un ángel. 


Si me estás escuchando, por favor, volá a mi lado (hoy más que nunca, te estoy necesitando).



Stella Maris Riera Argentina (1958) Psicoanalista 
Oidora y Contadora de Historias 



sábado, 5 de diciembre de 2015

Sublimar es Sanar ... ¿por qué?




Sublimar es Sanar, dije, y me preguntaron -¿por qué?- Entonces me decidí a contar esta vieja historia:

Aún estaba en el jardín de infantes cuando me sentaba con mi cuaderno "gloria" e intentaba dibujar las letras, que tiempo después, se irían uniendo para formar palabras y frases. Todavía no leía, pero alguien me había regalado un libro: “Mi Primer Diccionario”. Era grande, de tapas azules y duras y tenía dibujos ordenados alfabéticamente por sus nombres. Yo, mentía que sabía leer; quería leer; soñaba con ello. Quería saber qué decían esos personajes que se reunían en el club del barrio en mi historieta favorita: “La Pequeña Lulú”.  Me sentaba en el patio, oía (como decía mi tío) chispear a los jilgueros, y me bebía el sol de cada tarde. Ese era mi mundo: un poco solitario, bastante simple.
Tenía un abuelo que me habían prestado porque la vida no me dio tiempo para conocer los propios, y cuando finalmente aprendí a escribir, lo elegí para que fuera él a quien torturaría con mis pseudo-poesías, las que le recitaba subida a mi banquito de madera (mi propio escenario). Aún me recuerdo haciendo equilibrio en ese diminuto espacio, tratando de captar la atención ajena.
En ese entonces, creía no saberlo, pero parece que dentro de mí, siempre lo supe: Sublimar es Sanar. Esa debe haber sido la frase que marcó mi vida.
Y acá estoy, todavía un poco niña, cobijándome, escondiéndome y a la vez mostrándome, detrás de cada nueva frase.

Ya no tengo el cuaderno gloria. Tampoco el fresco zaguán de mármol donde me sentaba a escribir (el pobre quedó perdido entre los escombros el día que decidieron construir el moderno edificio que hoy reemplaza a la vieja casa). Pero ningún arquitecto pudo con lo que ya dentro de mí se había construido. La tía Angelita, mi tía-madre, me hizo quien soy; fue ella quien apiló cuidadosamente cada ladrillo, los sostuvo, los cuidó amorosamente a prudente distancia; y aunque hace tiempo se fue volando al cielo, habita en mí. La siento conmigo, me guía en cada paso, me reafirma cuando dudo en alguna decisión, me alienta en la desdicha, y festeja conmigo cada alegría. Ella me enseñó que a los dolores no hay que oponérseles, (no fue en la facultad, ni en ninguna academia) Ella me enseñó que los dolores se transitan (no lo dijo nunca y menos de este modo, pero no necesitó decirlo) Su ejemplo marcó mi vida, y estoy inmensamente agradecida por ello. Así que acá me tienen, desnudando mi alma frente a la hoja en blanco, porque como aprendí: Sublimar es Sanar. 


Stella Maris Riera, Argentina (1958) Psicoanalista, Oidora y Contadora de Historias 

viernes, 4 de diciembre de 2015

La Carta Nunca Enviada




Querido mío:
Cuando te vi estabas de espaldas a mí. No sabría explicarlo pero inmediatamente tuve una sensación desconocida que recorrió mi cuerpo; luego, pensé que me había enamorado, que el amor a primera vista de verdad existía.
Recuerdo cuando apresurados pautamos la primera cita; lentamente, nos fuimos conociendo. Sin embargo, el resabio de nuestro infantil pensamiento mágico, nos convenció que nos conocíamos de toda la vida. Éramos el uno para el otro.
Debo confesarte que te veía un tipo raro, sencillamente inalcanzable. Eso me atraía, me empujaba hacia vos como si yo fuera el agua que irremediablemente tenía como único destino apagar tu fuego.
Casi siempre serio, sólo de tanto en tanto dejabas ver esa sonrisa y con ella tus dientes intensamente blancos. Yo imaginaba que me reflejaba en ellos. Eso solo alcanzaba para iluminarlo todo, era como si los faroles se hubieran encendido esperando celebrar una una fiesta.
Hablabas en un monólogo lento, yo simplemente escuchaba.
Tus manos, con movimientos pretendidamente espontáneos y obsesivamente automáticos, acompañaban tus palabras. De tanto en tanto, acomodabas tu pelo, prolijo y largo.
Y aunque te escondías, lentamente descubrí que muy a tu pesar, tu discurso sabio e impertinente, no lograba enmascarar tu sentir de poeta. Fue cuando supe que reías ante lo sutil, y que disfrutabas casi de un modo gozoso de tu soledad; supe que tus días transcurrían entre Woody Allen y los Stones; que Dylan Tomas te elevaba, los Beatles te inspiraban, y Asimov te transportaba  a un mundo donde todo lo imaginado se convertía en posible.
Sólo el llamado de tu madre a las cinco de la mañana, mucho antes que saliera el sol para irte a trabajar, te hacía caer de bruces en la realidad.

Ese era un tiempo en el que nos creíamos iguales.

De mí… qué podría contarte… Con menos de veinte años, yo vivía en otro mundo. Un mundo de fantasía en el que para ser feliz alcanzaba con pensarlo varias veces, las utopías se hacían posibles y la política era cosa de señores entendidos con barba y bigote. No la comprendía. No me interesaba.
Aprendí desde chica que los fundamentalismos lastiman y aunque por entonces ni siquiera conocía ese término, deambulé sin problema alguno entre la biblia y el calefón disfrutando de las zonas intermedias, los muy despreciados y famosos casi invisibles grises. Me sentaba por horas a leer a García Márquez y dejaba que sus Cien años de Soledad me invadieran, me llevaran a caminar por las calles de Macondo y llenaran mis agobiantes tardes de verano; o me quedaba mirando televisión, riendo como loca con las absurdas parodias de Olmedo.
Siempre amé los boleros, por románticos y muy especialmente por su practicidad. En ellos encontraba los recursos para solucionar lo que representaba mi sufrimiento, mi dificultad: yo era irremediablemente tímida. Así que cuando sonaba la música y Manzanero me cantaba al oído apoyaba mi cabeza en tu hombro y me dejaba llevar. Nadie notaba que no sabía bailar, que apenas me mecía, que mis pies permanecían quietos y que sólo yo, percibía ese movimiento que el ensueño provocaba. Yo aprovechaba para sentirte muy cerca, y mi perfil histérico e introvertido se regodeaba complacido.
Pretendí rebelarme ante los mandatos familiares, te acordás… pasé largos años de mi vida buscando infructuosamente la mirada de reconocimiento que nunca llegó. Y aunque intenté reprimir los fantasmas que marcan nuestras vidas, debo reconocer que aún resuenan y perduran en mi memoria. Ellos no lo saben, nunca lo sabrán, no lo digas: yo los ignoro.
Cada tanto, y cada vez más seguido, la niña que fui se sienta a mi lado. Me muestra de dónde vengo, y quién soy. Y aunque a veces me pongo triste, muchas otras, me alegro de ello.
Probablemente ya estés recordando aquella época en que vos yo, nos sentíamos iguales… el tiempo, el advenimiento del amor, nos dejó descubrirnos distintos.
En aquellos momentos la ilusión del enamoramiento creció y creció, hasta que como debía ser, un día se desvaneció, para dejarnos ver nuestras diferencias, y con ellas, el amor verdadero pasó a formar parte de nuestra historia. Aceptarnos con aciertos y errores ayudó a construirnos, un poco por amor a nosotros mismos, otro poco por amor al otro.
Pasamos muchos años juntos y tus stones terminaron mezclados riendo con mis olmedos. Quién lo hubiera dicho… Como muchos años después comentó una tía vieja, nadie apostaba dos pesos por nosotros.

Los engañamos; los defraudamos; nos amamos profundamente; formamos la familia que soñaron mis sueños de niña, percibida abandonada. Tuvimos tres hijas maravillosas, muchas responsabilidades y un hijo que se nos fue entre las manos entre diagnósticos errados y lágrimas certeras.
Vos, por sostenernos, fuiste dejando atrás tu poesía para ser un trabajador. Sin embargo, en la cotidianeidad de tu palabra, siguió abrevando calidamente la prosa, esperando a ser rescatada de la mudez con que la premura del esfuerzo diario la había sometido.
Yo elegí dejarlo todo, para seguirte donde fuera; me quedé en la casa, reí y sufrí junto a ustedes, los vi crecer, y yo misma crecí. Superadas las urgencias, llegó el día en que mi propio deseo volvió a abrirse paso; entonces casi sin darme cuenta, fui alcanzando lo que soñaba, mientras seguí soñando con lo que aún estaba por alcanzar.

En fin, después de tanto tiempo, obviamente ya no somos los mismos. No podría decir si te amo más, mejor o diferente. Sólo se que te sigo amando. Y que a pesar de los años, no siempre, pero sí cada tanto, con el pretexto de comentar un libro, una película, o simplemente volvernos a sentir, nos reencontramos en alguna charla, larga y serena. Ésas, las charlas sin ninguna importancia, esas que siguen siendo las que más nos gustan. Es entonces, que por un rato, volvemos a ser aquellos de los que enamoramos, tan iguales, y que muy dentro de nosotros, aún somos.

Hoy, que estoy muriendo, quise recordarlo. No podría marcharme sin habértelo dicho.

Eternamente tuya, tu mujer.


(*) Cabe aclarar que en esta historia real, el desenlace es ficticio. 


Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias 

viernes, 27 de noviembre de 2015

La lluvia me lo cuenta: la está llamando

     Oswaldo Guayasamín - Quito -1919/1999



La está llamando. Porque cuando enojado y sufriente, vio llegar la noche de su viaje, con dolores antiguos, creyó poder morir sin su presencia. Y vencido, y cansado, y en silencio, partió. Ahora, ya calmado, sin rencores, le permite al cielo que libere su pena, y aunque nadie lo note, él y yo lo sabemos (la lluvia me lo cuenta) no pudo abandonarla. Y lo escucho. La está llamando.  

Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias 

Otras obras del Artista





jueves, 26 de noviembre de 2015

Entre enseres y supercherías



Alrededor de cien personas y yo, caminamos por Callao, apuradas. Indiferentes, tropezamos unas con otras, y sin más, seguimos. Entre tanto, un hombre pequeño, cargado de enseres y supercherías, intenta su venta. Enfrentados uno con el otro, por un instante, detenemos nuestro apuro. Nos miramos. En una frase lánguida e inentendible, me ofrece comprarle algo de todo aquello que su vida de ekeko hace que cargue, -es que soy paciente del Borda y...- Dejo de oírlo. Me pregunto: -por qué a mí? Si somos más de cien, por qué a mí? En un instante lo entiendo todo: soy la indicada. Yo lo se y él, en su locura, también lo sabe. Me entrega unos fósforos, y los tomo. Fue un pequeño gesto, nadie lo notó, sólo nosotros, pero con él, mi mañana gris se tiñó de colores, y el pequeño hombrecito realizó su sueño del día.

Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Sublimar es Sanar: Cuestión de Decisiones

Sublimar es Sanar: Cuestión de Decisiones: El Limonero Decaído y triste, sin ánimo, ni inspiración, permanecía en un rincón, abandonado. Su entorno más querido lo ignoraba....

De la Serie Pulsión de Vida (si te gustó buscá más en clickeando en la etiqueta)

Sublimar es Sanar: PULSIÓN - (Trieb)

Sublimar es Sanar: PULSIÓN - (Trieb): Lecturas Psi Pulsión: definida por Sigmund Freud como un proceso dinámico, consiste en un empuje, una carga de energía. Para Fr...

Como se vino la SERIE PULSION DE VIDA no cuesta nada aclarar un poco...

lunes, 16 de noviembre de 2015

Van a tener que irse

Quiero liberar mis mariposas. 
Que su vuelo abandone la boca de mi estomago. 
Quiero que me dejen. Quiero que mi nudo se desate. 
Pero si así no ocurre, con mis dos manos, yo misma, abriré mis entrañas 
Y entonces, las tomaré, una a una, de sus alas. 
Y van a tener que irse. Porque así lo he decidido. 
Hoy, sin falta, he de liberar mis mariposas. 

Stella Maris Riera - Argentina (1958)
Oidora y Contadora de Historias



sábado, 14 de noviembre de 2015

Con migas para el viaje

(...) junto a las palomas recojo algunas migas para el viaje
aspiro profundo, y tomo vuelo. Y me voy (...) 


Sentada, con mis piernas estiradas, al sol, sin mucho calor, sin mucho frió. Así disfruto yo. Me gusta ver el verde. Eso me relaja, me deja ir, vacía mi cabeza. Mas descubrí que en esos momentos, debo ser cuidadosa, que siento un escozor a ambos lados de mi espalda. Tal vez cueste creerlo, pero en ese silencio, a solas, siento crecer mis alas. Pero nadie me ve. Me hago transparente. Y junto a las palomas, recojo algunas migas para el viaje, aspiro profundo, y tomo vuelo. Y me voy, vaya a saber dónde, vaya a saber cómo, y hasta cuándo. Veo el mundo desde arriba, veo los seres pequeños, las mediocridades. No quiero volver, me siento liberada. Es extraño... Vaya a saber..


Stella Maris Riera - Argentina (1958)
Psicoanalista - Oidora y Contadora de Historias


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Desde que te marchaste

"llorando"
Juan Carlos Boveri
pintor latinoamericano



Desde que te marchaste
El amor que te tengo anda como loco.

Busca tu abrazo en mi espacio vacío
Busca tu aroma, busca tu mirada.
El amor que te tengo, deambula, solitario.
Busca tu palabra, busca tu silencio.
Se apoya en los seres que pasan a mi lado.
Al amor que te tengo, ya nada lo complace
Y al decaer no busca. Decide detenerse.
Aferrado de mí, se friega entre mis párpados
Vencido, se hace lágrima. Me hace sentir sereno.
Me persuade y le creo. Respiro mi congoja.
Mas resiste, retorna, desde que te marchaste…

El amor que te tengo, en mi espacio vacío
Deambula solitario porque anda como loco.

(Con mucho dolor, dedicado a mi hija, quien por estos días llora su enorme pena)
Stella Maris Riera. Argentina (1958) Psicoanalista - Contadora de Historias 




lunes, 9 de noviembre de 2015

La muerte, incansable

Nicoletta Tomas Caravia
www.pinterest.com


Y al final volvió. Al principio merodeó irónica. Como es su costumbre, disimuló su presencia. Se escondió en las ilusiones, en las risas compartidas. Se ocultó entre las charlas de mate y hasta te permitió planear tu futuro. Y nadie la vio, o tal vez, no quisieron verla. La ignoraron. Durante un tiempo fueron felices; y se los permitió. Pero ella, inexorable, permaneció allí. Camaleónica se pegó a las paredes, fue sábana sudada, paño tibio en la frente, fue morfina, y hasta se confundió con algún rayo de sol. Y envuelta en papel de regalo, cuando menos lo esperaban, pegó su zarpazo y te llevó.

(Tristemente dedicado).

Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias 


domingo, 1 de noviembre de 2015

Pecados Cotidianos: 1- La Omnipotencia

                                                                                  Pecados Cotidianos 
Esta serie de cuentos surge con la pretensión de recrear personajes, espejos que reflejen nuestras singularidades. 
Ficción y Realidad se conjugan para mostrarnos quienes somos, y cómo -no sin esfuerzo- podríamos llegar a ser. 
De la Serie Las Diferentes formas de devorarnos - Pecados Cotidianos
1- La Omnipotencia - Destino ¿Irreversible?

Pegado a mi casa, en un campo vecino, crece una planta. Solitaria y majestuosa, su flor, entre roja y fucsia, se abre, enorme, de cara a la mañana. Orgullosa, muestra los que parecen pequeños dientes. Por las noches, se recoge sobre sí y se cierra hasta el alba siguiente. Las voces populares convinieron en llamarla “carnívora”, porque cuando algún insecto merodea su territorio, ella, en un abrir y cerrar de cáliz, se lo devora.

Uno de esos días, en que cansado del trabajo, decidí tomarme mis quince minutos de ocio, me senté en la reposera (ésa, la que siempre dejo junto a la ventana). Cerré mis ojos, dejé que el sol calentara mi piel y me relajé, cuando de pronto, un sonido extraño, interrumpió mi descanso. Grande fue mi turbación al ver a Penacho, mi perro ovejero, acercarse a la planta y aspirar su aroma. Lo llamé con voz firme y vigorosa, pero él, soberbio e irreverente, desobedeció. Se sentía fuerte, seguro de sí, casi te diría omnipotente. Ella movía sus pétalos, suavemente, como una mariposa dispuesta a marcharse vaya a saber dónde. Penacho, insistía en su juego: corría hasta ella, se alejaba, se agachaba, movía su cola, se acercaba nuevamente,  hasta que en un instante, abrió su boca y se la comió. Yo me quedé helado. La planta había quedado trunca, su tallo mocho, sus hojas caídas. Su belleza, humillada.  Penacho, aparentemente satisfecho, se echó. Habían pasado unos cuantos minutos y mi tiempo de relax se terminaba, así que decidí no darle importancia, volver a mi despacho y continuar con las tareas habituales. Me disponía a ello, cuando percibí un movimiento. Inmediatamente me di vuelta y vi como Penacho, sobresaltado, se retorcía por el piso, girando sobre sí (lomo panza - panza lomo) en un aullido casi ahogado, mezcla de escozor y sufrimiento. Atónito, corrí a su lado. Quise ayudarlo, no sabía cómo. Mi perro persistía en ese movimiento raro, casi te diría, irracional. Sus patas traseras, se estiraron, su cuerpo, se contrajo, su cola, se bajó. Todo él fue pura costilla. Su boca se abrió y dejó salir una especie de aullido. Ya sin aire, exhausto, apoyó su cabeza y se rindió. Me desesperé. Corrí hacia él. Lo levanté en mis brazos, volví a apoyarlo, intenté darle aire, traerlo nuevamente. Presioné con fuerza su pecho, o mejor dicho, lo que quedaba de ése, que había sido un cuerpo fuerte y robusto, pero no hubo cambios, el único que se produjo, ocurrió en mí. Sentí que mis manos me dolían, cómo mis brazos ya no lograban sostener el ritmo. Con él vencido, yo también me rendí. Estaba conmocionado, me sentía culpable por no haber logrado hacer nada por él. Intenté sobreponerme y pensar. Intenté comprender qué era lo que había sucedido. Intenté que una idea lógica pusiera explicación y alivio a mi dolor.  Pero eso no ocurrió. La sangre de mi perro salía de su boca, y ahora, derramada, ascendía en una suerte de nube rojiza. Lo cubría y me cubría. Cobraba forma y planeaba probablemente en busca de destino. Seguramente te resultará increíble lo que voy a contarte. Si yo no hubiera estado ahí, también me lo habría parecido. Penacho, a mi lado, permanecía inerte. Me agaché y pasé mi mano por su lomo, ahora flaco, enjuto. Mis lágrimas mojaron su pelo y ante mi propio dolor, me avergoncé. Me levanté. Giré para ir en busca de una pala (debía enterrar a mi perro) y al hacerlo, nuevamente, vi la nube roja que creía ya desaparecida. Sólo que ahora había detenido su vuelo y se encontraba posada sobre el tallo de la planta del campo vecino; el mismo tallo, que minutos antes, había quedado mocho por la mordida de Penacho. En una metamorfosis irreal y absurda, comenzaron a aparecer pétalos, pistilos y pequeños dientes. La nueva antigua flor se aferró firmemente del tallo, abrió su cáliz,  y de cara a la mañana, solitaria y majestuosa, permaneció a la espera de algún insecto, como siempre, para devorarlo.   

Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias 





miércoles, 28 de octubre de 2015

Sublimar es Sanar: Breve Explicación Acerca De Ciertas Costumbres En ...

Sublimar es Sanar: Breve Explicación Acerca De Ciertas Costumbres En ...: Los diferentes modos de devorarnos Los que nos creemos más cultos lo hacemos con los animales. Los alimentamos, los cuidamos de...   (1- Las diferentes formas de devorarnos)

miércoles, 21 de octubre de 2015

Morir no es tan fácil.

"Almendro en Flor"
Vincent Van Gogh

A pesar del sufrimiento, la vida se abre paso.
El hombre, se agazapa en su dolor, persiste, llora su pena.
Pretende desaparecer. Desvanece.
Ella, acostumbrada a la ajena desidia, resiste.
Y en medio de la apatía, hace lo propio y florece.

Stella Maris Riera - Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias


Información sobre el Artista
Vincent Willem Van Gogh  

Pintor Neerlandés, uno de los principales exponentes del post-impresionismo. Pintó unos 900 cuadros y realizó más de 1600 dibujos 

    PeríodoPosimpresionismo


"Lirios"

"La Noche Estrellada"








lunes, 19 de octubre de 2015

Breve Explicación Acerca De Ciertas Costumbres En La Tierra (1)






Breve explicación acerca de nuestras costumbres en la tierra
Las diferentes formas de devorarnos

Los que nos creemos más cultos lo hacemos con los animales. Los alimentamos, los cuidamos del frío y del calor, les damos alimento balanceado y proteínas, y una vez hecho esto, los subimos a camiones, convencidos que fue su especie la que les generó su destino. 
Los menos luminosos, lo hacemos con nosotros mismos, o los unos contra otros. Deprimidos y rutinarios, masificados, con la cabeza gacha, sin mirar al semejante, privados de derechos y libertades somos los zombis de la vida real, de la cotidianeidad más humillante y absoluta. 
Los más despreciables, lo hacemos con nuestros propios hijos. Para ello contamos con dos formas: una (que podría resultar sofisticada al distraído ojo ajeno): embriagados de ansias de control y omnipotencia, devoramos su deseo a solo beneficio del nuestro, y los transformamos en pobres seres, apenas necesitados; otra (mucho más rudimentaria y concreta): envueltos en ira, avanzamos directo a sus cuerpos, los sometemos o les damos la estocada directa al corazón. 
El visitante desprevenido podría no entendernos, por ello, vaya esta breve explicación acerca de nuestras costumbres. En el Planeta Tierra, nos comemos vivos. No lo sabemos pero somos caníbales cometiendo una y otra vez nuestros reiterados pecados cotidianos. 



Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias 



viernes, 16 de octubre de 2015

El Beso

El Beso - Axel Rodriguez Martinez
Artista Español

Con los ojos cerrados, el abrazo se aprieta. La distancia se acorta, el grito se silencia. Las lenguas se entrelazan, las bocas se devoran.
El cielo se hace eterno, la muerte ya no cuenta. Los cuerpos se confunden, la palabra se calla,
La idea se evapora. El tiempo se detiene. El beso es puro beso. La vida es pura vida. Con los ojos cerrados, la muerte ya no cuenta.



Stella Maris Riera, Argentina (1958) 
Psicoanalista – Oidora y Contadora de Historias













Acerca del Artista

Axel Rodríguez Martínez: Nacido en La Habana 1973 reside en Gerona, España
Nacionalidad Cubano-Española. Recibe su primer premio de escultura a los 8 años en la escuela Guillermo LLabre, donde cursaba estudios de primaria. En esta época, inicia sus estudios en los cursos de pintura y escultura en el Museo Nacional de Bellas Artes. Matricula en la Universidad en la Especialidad de Educación Artística, Promoción (1992-1997). 

Otras Obras de Axel Rodriguez Martinez

Clouse Up Face
s/t
Clouse Up















domingo, 11 de octubre de 2015

Sublimar es Sanar: LOS NIÑOS EN TERAPIA - A modo de Introducción

Sublimar es Sanar: LOS NIÑOS EN TERAPIA - A modo de Introducción: INSTANTES ANTES DE ENTRAR A SESIÓN Mamá: -Cuando entres contale tooooooodo a la psicóloga- Nene: -Bueno, le cuento- LA REFLEXIÓN ES...

La realidad no existe, apenas si se construye, por eso, yo soy mi realidad.En alguna parte de mi ser la literatura y el psicoanálisis se combinan y hacen para mí un mundo que resulta casi mágico. Mis historias, algunas irreales, otras no tanto, me dejan creer que todo lo que sueño puede ser real, y que lo real puede ser mi sueño. Es mi deseo compartirlo con ustedes y que disfruten al leerlas del mismo modo que yo disfruté al escribirlas.

LOS NIÑOS EN TERAPIA - A modo de Introducción


INSTANTES ANTES DE ENTRAR A SESIÓN
Mamá: -Cuando entres contale tooooooodo a la psicóloga-
Nene: -Bueno, le cuento-
LA REFLEXIÓN ES:
Los niños hablan en terapia?
Las respuestas podrían ser múltiples: "Si", "No", "A veces", o simplemente "De Otro Modo"

Qué quiero decir con esto?
"Mamá, tranquila... TU HIJO NO TIENE TUS FORMAS DE EXPRESIÓN, NI TUS TIEMPOS PARA HACERLO". SIN EMBARGO, SE EXPRESA. 
Dibujos, juegos, silencios. Todo se observa, se interpreta, y se evalúa. 
Por favor, ya que decidiste darle este espacio para que se manifieste y reflexione no lo predispongas a lo que debería hacer o decir. Por favor, permitile ser libre.


Stella Maris Riera - Psicoanalista - Universidad de Bs. As.
Atención del Niño y su Familia
Atención Individual del Adolescente y del Adulto
Dirección de correo electrónico: lic.smriera@yahoo.com.ar

sábado, 10 de octubre de 2015

Cuestión de Decisiones

El Limonero
Decaído y triste, sin ánimo, ni inspiración, permanecía en un rincón, abandonado. Sentía que su entorno más querido lo ignoraba. Creyó que era su final. Incluso se preguntó si su sangre, aún, corría por sus venas. Pensó: para qué vivir, en este presente, olvidado.Y se entregó. Luego, las tardes se amarillearon de otoño. Las neblinas llenaron las calles de invierno. Las brisas se sonrojaron de primavera. El tiempo pasó. Fue entonces, que en su rincón, seducido por tanto color, desperezó su pena. Su verde se enardeció. Y trepado a sus azahares, con su intenso perfume, decidió su destino. Y vivió"


Stella Maris Riera, Argentina (1958) – Psicoanalista – Contadora de Historias


martes, 6 de octubre de 2015

Llueve otra vez


es.forwallpaper.com
"Después de la lluvia"
(desconozco el autor) 


Caía la lluvia.
Minúsculas gotas, inseparables, formaban hileras largas, continuas.
Una al lado de otra, se movían.
Un loco vaivén componía el silencio de su música.
Los grises bajaban; se posaban en los verdes húmedos de los árboles.
Los vientos se mezclaban con los paraguas.
Las blusas se pegaban a los cuerpos.
Las formas se exaltaban.
Una densa cortina de agua dividía mi espacio del espacio exterior.
Levanté mi cabeza y observé que el sol brillaba.
Entonces comprendí, era yo quien lloraba.
Pero qué alivio fue creer que la lluvia caía. 


Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias 


lunes, 28 de septiembre de 2015

Sublimar es Sanar: El silencio de Serapio

Sublimar es Sanar: El silencio de Serapio: "A punto de llorar" Alberto Ulloa Dijo que esa noche sintió una puntada en el centro del pecho; que su brazo izqui...

La realidad no existe, apenas si se construye, por eso, yo soy mi realidad.En alguna parte de mi ser la literatura y el psicoanálisis se combinan y hacen para mí un mundo que resulta casi mágico. Mis historias, algunas irreales, otras no tanto, me dejan creer que todo lo que sueño puede ser real, y que lo real puede ser mi sueño. Es mi deseo compartirlo con ustedes y que disfruten al leerlas del mismo modo que yo disfruté al escribirlas.

sábado, 26 de septiembre de 2015

El silencio de Serapio

"A punto de llorar"
Alberto Ulloa



Dijo que esa noche sintió una puntada en el centro del pecho; que su brazo izquierdo se contrajo, y que él se estremeció. Dijo que en un movimiento automático, tomó el sobretodo que estaba al lado de la cama, que se lo echó sobre el piyama y que a paso ligero, salió rapidito para calmar su dolor. Dijo que al llegar, intentó explicarle a la recepcionista, pero que ella, en un gesto, lo calló; que dio aviso a su asistente, quien en silencio buscó al enfermero, y este al camillero, quien callado, acudió al doctor. Dijo que intentó explicarle pero que el médico también lo acalló.  Dijo que lo notó alarmado: que con jeringa y estetoscopio se preparó, que midió niveles de potasio, que presto y cauteloso auscultó latidos y respiración; y que sin más, lo mandaron a casa: -que los estudios no reflejan nada-, -que esto no tiene nada que ver con su corazón- y que él intentó explicarle, pero que el médico le hizo un gesto al camillero quien buscó  al enfermero quien le avisó al asistente que la recepcionista llamara al siguiente señor. 
Dijo que nadie quiso escucharlo. 
Serapio llegó a su casa. Triste, solo y en silencio, lloró. 


Stella Maris Riera - Argentina (1958) - Psicoanalista - Contadora de Historias 


Otras obras del artista

Alberto Ulloa - Dominicano- 1950/2011 
En sus pinturas, los rostros son captados en gestos que transmiten estados de ánimo interiores. Usa el color con fuerza dramática. 
Más información sobre el autor en el siguiente enlace: Pintores Dominicanos: ALBERTO ULLOA



"Los Amantes"


"Mujer Pensando"

"El Abuelo"

"María Moñito"




lunes, 21 de septiembre de 2015

Sublimar es Sanar: Belleza Desprevenida

FELIZ PRIMAVERAAAAAAAAAAAA!!!



Sublimar es Sanar: Belleza Desprevenida: Sublimar es Sanar Con sólo verla me enamoré. Fue uno de esos amores imprevistos, y estoy seguro, para toda la vida; es que era tan ...

viernes, 18 de septiembre de 2015

Piedra y nido : Mañana de sábado - Stella Maris Riera

Piedra y nido : Mañana de sábado - Stella Maris Riera: Vasito de vidrio transparente. Adentro, ardiendo en su fervor por agradar, un capuchino explota en un pompón de espuma sabrosa. Ahí, justo ...

La realidad no existe, apenas si se construye, por eso, yo soy mi realidad.En alguna parte de mi ser la literatura y el psicoanálisis se combinan y hacen para mí un mundo que resulta casi mágico. Mis historias, algunas irreales, otras no tanto, me dejan creer que todo lo que sueño puede ser real, y que lo real puede ser mi sueño. Es mi deseo compartirlo con ustedes y que disfruten al leerlas del mismo modo que yo disfruté al escribirlas.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Mi Duelo Anticipado

I- Te lloro
(Ay hermano mío, había olvidado cuánto te amo...)
Por eso te lloro. 
Te lloro porque aunque me acerque, ya no conseguiré acercarme, al menos no como lo hubiera deseado, porque dentro de mí, habita el dolor del desencuentro. Sin embargo, a pesar de esta ausencia tan presente, te amo. Te amo con el amor aquel, el de las vacaciones en la playa: nos reímos de todo, y los chicos corren y se sacuden la arena al grito de helado. Te lloro, y sé que aunque me acerque, ya no conseguiré acercarme; al menos no como lo hubiera querido, no como lo había soñado; pero te amo. 
Te amo con el amor de la niñez y tus pruebas de judo -“porque debo practicar”- y yo vuelo por el aire, y me quedo sin aliento, y me caigo y me levanto en un grito, mezcla de pánico y gozo, feliz y estrepitosa.Te lloro, porque aunque te amo y me acerque, jamás lo haré lo suficiente, al menos, no como lo había imaginado. Sin embargo te amo. Te amo con el amor de la adolescencia, tirados en la cama y el cine de los sábados, llena de indios y soldados nuestras tardes; reímos  como locos, cómplices y amigos, con esa amistad insensata y eterna que creen tener los hermanos; y la vieja grita, y todo se desordena, la vida se desordena y nos mareamos, mientras el tiempo pasa,  irracional y apasionado, sin lógica ni coherencia, se mezclan las viejas defensas heroicas con los anhelos desenfrenados, las pretensiones inhumanas con las muertes absurdas. Todo nos marea. Pero te amo y te lloro. Te lloro  por hoy, por ayer y por mañana; porque aunque me acerque, ya no conseguiré acercarme, al menos no como lo hubiera deseado. Te lloro, aunque te amo, porque dentro de mí, habita el dolor del desencuentro.
II- Escapar del cuerpo
Prisionero de la carne, exaltado, sus sentidos lo exploran. Esclavo del dolor, explota, está alerta. En una excitación profunda, mezcla de abstinencia y terror, se conmueve. Sufre. Creo que implora. Sus ojos verdes se hacen verdes lagos. Su sufrimiento es el mío. Un abrazo nos confunde y nos funde, como antes, como hace tanto no ocurría. Por unos instantes somos uno. Siento su temblor, advierto sus pensamientos, adivino sus miedos. Pretendo no ver esta realidad contundente, profundamente detestada, irreversible. Odio esta realidad (él y yo la odiamos). 
Y en este minuto, nuevamente juntos, ambos pretendemos lo imposible: escapar del cuerpo.

III- Soñar el Atlántico
Ahora descansa. Sumergido en la marea profunda navega su viaje. Un sueño anticipado lo envuelve. Se aleja (vaya a saber dónde). Veo su vientre llenarse con un aire que deseo imagine sea el del Atlántico; que vea la playa, con su arena ardiente y sus hijos riendo. Deseo sienta las olas mojando sus pies. Ahora descansa. Inhala y exhala. Yo lo hago con él, porque las pausas se alargan, y quiero creer que con mi esfuerzo alcanza para los dos. Inhalo y exhalo. Controlo su respiración que ahora, aunque nuestra, continúa anhelosa. Sus ojos están cerrados. Deseo que en su sueño se sumerja y que de una brazada, y otra, y otra más, y se aleje. Deseo que su ser abandone su carne. Deseo quesea libre y al fin poder decir: ahora descansa.

IV-  El tránsito final. La muerte anda rondando
Anda rondando. Desprejuiciada camina por el sólido edificio. Sube un piso, lo baja, se detiene: en el viejo sillón, se sienta, complacida; entre dolores y rezos, morbosa, se relame. Se mezcla con la cálida mañana. Nos miente y le creemos. Queremos fiarnos, tener fe, queremos aguardar hasta saber que se ha marchado. Sin embargo, no es así, yo la siento, sigue ahí. Licenciosa, juega entre los árboles. El jardín en un esfuerzo vano, trata de mostrar su actual inservible belleza. Anda rondando. Por momentos, complaciente, siembra semillas de esperanza, luego, su naturaleza la domina, se manifiesta en su ser, implacable, irreversible. La encerrona trágica, es su mejor amiga. La tragedia, su cordial compañera. La desolación, su pareja inseparable. Quisiera que se canse, que detenga su marcha, que se apiade. Quiero llorar de una vez y para siempre, darle fin a esta agonía, pero ella es incansable. Anda rondando.
V- Mis noches, campos minados.
Los días se hacen largos, las horas eternas. La noche se transforma en un campo minado. Pretendo no pensar y no paro de moverme. Mi compañero duerme el cansancio del día. Me acurruco como niña, me acerco. Mi cuerpo se moldea a la forma del suyo. Su calor me recuerda el calor de la vida: los días alegres, las cálidas mañanas. Por unos instantes, me calmo, me siento victoriosa, creo haber ganado esta batalla, y en el momento justo de plantar mi bandera, la idea, me sorprende por la espalda. Pretendo no pensar, pero perdí esta guerra: es que en el campo minado no paré de moverme. 

VI-Me niego a perderte
No quiero perderte, al menos no otra vez, tal vez por eso, no quiero recuperarte. Me prohíbo la ilusión, me prohíbo sentir tu cercanía.  Prefiero adormecerme, apartarme, creerme y creerte lejos, mentirme. Es que no puedo perderte, al menos, no otra vez.




VIII -Ella es su madre, y no quiere saber              
Ella no quiere saber, pero ya sabe.
Lejos de él, acongojada, también ella desfallece. Y pretende negarlo, pero por las dudas, 59 veces, 59 cuentas de rosario rezó. Y no quiere saber, pero ya sabe. Y se enoja. No hay ciencia que alcance, ni milagro, ni un resto de superstición, ni velas encendidas, ni dioses, ni chamanes. No alcanza, nada alcanza. Su amado hijo, yace, agonizante. Es lo mejor de su vida (dice) y se lo están quitando. Ella, no quiere saber. 


VIII- El hijo-padre
La cabeza inclinada hacia un lado, pesada, cae en una resignada siesta no deseada.  Estás rodeado de gente, y a la vez, profundamente solo, casi vencido, enfrentado a una lucha escarpada, tristemente despareja. (Y pensar que ganabas todas las batallas...). Tu hijo, hoy transformado en padre, te da su mano; la acarician tus dedos pálidos y temblorosos de padre-hijo. Él sostiene tu mirada suplicante, y vos mentís encontrar las respuestas perfectas, las que satisfacen tu súplica. Tu cuerpo convulso, implora letanía: hoy no querés la cresta de la ola, hoy mejor la meseta, el valle florido, el campo sereno. En este cuarto aséptico, impoluto, infructuosamente confortable, el amor, en su máxima expresión, flota en el aire, los cubre, los envuelve. Tu hijo-padre hace todo, te entrega todo, se entrega a sí mismo y más. Respira por vos, y caprichoso, ignora al destino. Es una pelea desigual pero él, vehemente, no decae, y tantas veces como puede, sacude tu corazón y en sus brazos, nuevamente te trae a la vida. 


IX- El nuevo cristo
La tarde esta gris, él, vencido. Remolinos de sábanas arrugadas, dibujan el sufrimiento que inunda el aire. Una fuerza, independiente y desconocida, pega el cuerpo a la cama. En mi loca imaginación, las formas se desvanecen, y en medio de tanto dolor, solo veo una cruz, y a su nuevo cristo.


X- En el cielo, la mesa larga ya fue puesta
Ay tía, te está llamando… Ay tía, por favor, vení a buscarlo.
Y como siempre lo hiciste, abrazalo con tu amor y liberalo. Llevalo a ese lugar que imagino placentero. Sonreíle (como siempre). No permitas que resista, que tu sonrisa (como siempre) lo seduzca. 
Ay tía, por favor, extendele tu mano. 
Sabés? Si cierro los ojos, ya los veo: mi viejo con el tío, discuten (como siempre), (como siempre) su hijo espera su llegada y el mío (como nunca) juega en algún rincón. Ay tía, sé que en el cielo, una fiesta muy grande se organiza. 
La mesa larga ya fue puesta. Sólo falta que escuches su llamado.  Ay tía, por favor, vení a buscarlo.


XI- La muerte, confundida.
Ellos se abrazan, se apretan fuerte, tanto, que veo un solo cuerpo. Lloran las mismas lágrimas. Laten en un solo corazón. Ella clama. Ellos, fundidos, la ignoran. Escondidos tras su profundo amor, la engañan. Ella se aleja y confundida, concede un día más.





XII- La tumba
Inmutable, permanece allí, paciente, en una callada espera. Espera su momento, ése, el mismo que no deseamos sea el nuestro: el del –por qué a mí- el del –hasta siempre- el del –nunca te olvidaré- La imagino gozosa, obediente a su hambruna, abriendo su boca, tragándonos. Ella no pide permiso (no es necesario) ella devora. Primero irá por el cuerpo, pero no le alcanzará e insatisfecha, también vendrá por nosotros, y se llevará ilusiones y esperanzas, paseos por la plaza, tardes de mate, mediodías de domingo y asado al sol. Un grito se ahogará en llanto: ella se deleitará con su música. Y cuando esté a punto de cerrar su boca, en un eructo gozoso, repulsivo, nos escupirá, y con él, nos expulsará. –Por un tiempo-, dirá –tan sólo por un tiempo-. Dadivosa, regalará un trozo más de vida. No tiene apuro, ella puede esperar, siempre espera. Puede darnos la chance de no morir con él, no esta vez, total… sabe que tarde o temprano volveremos. Ella, paciente, permanecerá allí (hasta el próximo encuentro) cuando en silencio, vuelva a abrir su boca, y obediente a su hambruna, esta vez, implacable, nos trague.


XIII- Al final, tal vez, la playa.
Y estoy segura que al final, él dejará de esperar y acudirá a su encuentro. Tal vez este final, sea sólo un principio, tal vez su eternidad sea un infinito y feliz momento acompañado. Si, estoy segura, su hijo acudirá a su encuentro, y quiero creer que tal vez no esté solo. Tal vez los ojitos grises de mi viejo los ilumine. Tal vez se transmuten y juntos sean ese azul-verde-mar que veré al día siguiente. Voy a sentarme en la arena. Voy a esperar que una ola gigante me atropelle. Voy a esperar que me hable. Voy a escuchar su latido, y cuando el agua yodada y burbujeante me toque la mejilla, voy a quedarme ahí, perdida en ese beso.


XIV- La Despedida
Sin rituales, sin responso, sin cajón donde aferrarme; sin besos en la frente, sin flores, sin abrazos, te lloré. Y en el minuto siguiente de tu muerte, en un grito solitario, ahogado y mudo, con dolor y con enojo, me quedé. Y entonces, como para verte, levanté mi mirada, y estoy casi segura, aunque nadie lo crea, te encontré.





Stella Maris Riera , Argentina (1958)