miércoles, 11 de marzo de 2015

Los días de gloria

Sublimar es Sanar
La Tía Angelita

En la austeridad del hogar que me regalaba mi tía, el verano se sentía pleno y agobiante. En busca de aire fresco, tarde tras tarde, me refugiaba en el zaguán, que generoso, se especializaba en fríos eternos. Sentaba en el penúltimo escalón de la escalera de mármol, me alejaba del sopor, y también, ya desde entonces, de la realidad. Para eso, cuaderno gloria rayado y lápiz en mano, me ayudaban a viajar a aquel mundo de ensueño, que me acompañó, y aún me acompaña alejándome de la locura. Lo expresé tantas veces de este modo, que a estas alturas quienes no me conocen, y otros tantos, estarán preguntándose acerca de esta afirmación. ¿Qué si estoy loca? No… o por lo menos creo no estarlo. Es que gracias a la fantasía, no necesité de la alucinación, ni el delirio.
Lo creía olvidado, pero por estos tiempos en que recuperé el hábito de la escritura, volvieron a mi memoria frases de mi niñez. Y no lo invento, esta vez no lo invento, no es un cuento, es pura realidad hecha recuerdo.
Miro hacia atrás y veo mi pequeña letra, prolija y redondeada, con la que escribía mis primeras frases de los nueve o diez años, cuando intentaba transformarlas en poemas. No es mucho lo que viene a mi memoria, pero lo poco que recuerdo, decía algo así: “(…) Mi casa es tan azul… y los duendes se hamacan, colgándose en racimos, de la punta del fleco de la colcha de lana. Mi casa nos espera, allá, lejana (…)” Y estoy ahí, en el patio grande a cielo abierto, subida a mi banquito de madera, recitándolas para todo aquel que quisiera escuchar. La creía perdida, olvidada, sin embargo, parece que refugiada entre los recuerdos de mi infancia marcó huella y señaló mi camino.
Frases como ésa susurraron en mi oído, a lo largo de mi vida, mostrándome hacia dónde iría, hacia donde no, y hacia dónde, definitivamente, deseaba ir.
“Hoy los duendes no habitan en mi colcha de lana, pero sé que siguen conmigo. Sólo yo los veo: están aferrados a la ropa de mis nietos riendo con ellos, mientras corren felices en el patio.”
Stella Maris Riera, Argentina (1958) – Psicoanalista – Contadora de Historias


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