miércoles, 4 de marzo de 2015

Sólo fueron dos días

Sublimar es Sanar

1: Alucinando
Amaneció nublado. Desde el balcón veo la línea que llaman horizonte (me pregunto a dónde lleva, dónde comienza, dónde termina si termina) -Y si pudiera acercarme (me pregunto) si pudiera nadar, y nadar hasta alcanzarla? si pudiera tocarla? Si eso ocurriera la desdibujaría, y una vez ondeada y burbujeante, le pondría color. Entonces, lo increíble se volvería creíble, lo aceptado inaudito, lo absurdo comprensible, mi palabra nacería, y sin temor al juicio externo me animaría a decir: -“De la profundidad absoluta, gigante e imponente que se planta ante mi, la vi surgir… ¡era tan bella! Amaneció nublado, helada se echó al sol y sobre la arena, apoyó sus bucles de agua y yodo, y tengo la certeza que solamente yo la vi, mas deberán creerme, pues les juro, el zigzagueante horizonte ha sido mi testigo”-.

2: Imaginario.
El calor es insoportable. Chicos y grandes permanecen por horas en la playa: pasan de la sombra al sol, del sol al agua, del agua al sol, y del sol a la sombra, en un circuito monótono y reiterativo, perenne, casi eterno. Todos sudan (sudor mezcla de sal, arena y adrenalina). Miro a lo lejos. Pretendo ver más allá de ese horizonte que ha vuelto a ser lineal y aburrido; la razón se impuso: la vida retoma su rumbo nuevamente y es metódicamente aceptable. No consigo ser parte de ese todo. Es mas, debo confesarlo, tampoco quiero serlo. Quiero seguir soñando. Anhelo y extraño mis momentos delirantes: es que la bella de bucles de yodo ha desaparecido, y en su lugar apenas logro ver su huella y como si con ello no alcanzara, el calor es insoportable.

Stella Maris Riera, Argentina (1958) - Psicoanalista, Contadora de Historias

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